miércoles, 6 de julio de 2011

Un país con pies de barro

En la península ibérica, Hispania, Iberia, España o PícaroLandia, como más nos guste llamarlo, somos en torno a 40 millones de habitantes. Un país pequeño, en comparación con otra tierras, pero lleno de casta. La historia nos avala, el mundo sabe que cuando los españoles han puesto empeño, el país ha crecido, ha salido adelante y se ha desarrollado en tiempo récord. Junto con nuestra cultura, relajada, positivista, de buen yantar y mucho arte, de buenas playas, y mejor clima, nos ha abierto un hueco en el mundo desarrollado. Estamos en la élite deportiva: Pau Gasol, Rafa Nadal, "La roja", la ÑBA, Alberto Contador, Fernando Alonso, y a la cabeza en importantes industrias: Inditex, Banco Santander, ACS, Telefónica. Y sin embargo, este país descansa sobre unos pies de barro: perdemos al año 90000 millones de euros gracias a nuestra excesiva picaresca, en términos económicos, fraude fiscal y economía sumergida. Nos cuesta mucho despedir y contratar, pero tenemos una alta facilidad para bancarizar las calles más recónditas y crear cargos y edificios públicos cuyas funciones y nombres son de lo más originales e improductivos. Tenemos la mayor superficie terrestre de aceite de oliva y somos los segundos en ventas. Nos caímos de nuestro ático al barro en el momento que descubrimos el arte de construir, de revalorizar el suelo, de emborracharnos de crédito. Nueve de cada diez españoles perdió la humildad, y todo el mundo quisó hacerse jefe y explotar a una inmigración masiva que ahora culpamos de alteración del sistema de pensiones. Elegimos el camino fácil y olvidamos innovar, crear, emprender. Hicimos el mejor enroque que se ha visto jamás, refugiados en la torre europeísta, y que como en todas las partidas de ajedrez, no iba a aguantar eternamente. Indexamos nuestros salarios a los vaivenes de precios, y vivimos bajo la falsa ilusión de riqueza efímera, por encima de nuestras posibilidades. Nos olvidamos de que toda esa élite deportiva y esas cabezas industriales al nivel mundial, son el 3%, ¿qué pasa con el 97% del tejido empresarial y con el 60% de jóvenes con licenciaturas y master en paro o en condiciones que rozan la ilegalidad laboral, teniendo en cuenta que casi nadie consigue trabajar donde le gustaría? Pregunta lanzada al aire. Tenemos casta, ganas e ilusión por trabajar, por aprender, por sentir que generamos valor, que aportamos ideas y no somos masa laboral que usar y tirar temporalmente. Y sin embargo nos enjaulan en el barro, nuestro partido nunca empieza, y para el que lo hace, ahorrar, al igual que ganarse un contrato fijo acorde a su esfuerzo e inversión académica, es la más grande de las utopías. Desde aquí rompo una lanza, por un país con joven y gran capital humano, por evitar la excesiva fuga de cerebros, porque este país necesita flexibilidad, productividad, competitividad, sectores de crecimiento vanguardistas, capacidad exportadora, apoyo al emprendedor, a la creación de empresas, canalización del crédito, y esto, solo los jóvenes, tienen ganas de batallarlo. De lo contrario seremos un país desarrollado, sí, de la Eurozona, sí, pero con pies de barro.

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