martes, 22 de marzo de 2011

La diferencia a veces es la actitud

No hace mucho, tras el vertido de petróleo de BP, cuyo efecto distorsionó la vida de los estadounidenses, la prensa le preguntaba a un ciudadano de calle por el asunto, y éste respondió: "es una tragedia, es tremendo, pero vamos a salir de ésta". Cuando el viscoso oro negro del Prestige salpicó las costas norespañolas, la misma pregunta fue realizada a un ciudadano de calle, y éste respondió: "es una tragedia, es tremendo, a ver quien paga esto ahora".
Es decir, no estamos a salvo de nada, a pesar de nuestros aires de inmortalidad por la vida, parece que no hemos conseguido comprender la idea justa de justicia, y que en ocasiones, solo hablar nos distingue de los monos. Pero ante todo este escenario de razón versus corazón en el que los humanos nos ahogamos en la indecisión, aún nos queda algo a lo que agarrarnos cual clavo ardiendo: la actitud. Tenemos la posibilidad cada día de provocar nuestra suerte en una probabilidad equivalente a nuestra ilusión. Tenemos en la mano sorprendernos a nosotros mismos, superarnos, disfrutar, aprovechar el todopoderoso tiempo. Tenemos la libertad de poder sonreirle a la vida, pensar: aquí estoy yo, y dar a entender, que quizá no sabemos aún cómo, pero las cosas van a ir bien mañana.

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