martes, 27 de diciembre de 2011

MI PROPIO DISCURSO DE NAVIDAD

Sonreír mientras todo fluye, sonreír de nostalgia, de alegría, de rabia, de impotencia, de melancolía, sonrisas de derrota, sonrisas de victoria, de suerte, de esfuerzo, sonreír por lo perdido, por lo conseguido, sonreír por lo vivido. Sonreír es el aire comprimido que impulsa el mejor gesto que podemos y debemos hacer: mantener la cabeza alta. Sonreír es el mejor farol que podemos tirarnos ante el azar de la baraja que es la vida, para buscar sus ases.

Casi todas las palabras de nuestro idioma, el castellano, tienen una raíz en el latín, y un significado detrás. Es curioso que no existe este fenómeno para la palabra "problema". Antiguamente se trataba como obstáculo y salida, pero no hay rastro de raíz, porque es la vida misma, no necesita definición. Actualmente escribir "problema" en Google supone 148 millones de resultados, frente a los 123 millones que aparecen para la palabra "solución". Esto no es algo a lo que someterse, lo hemos creado nosotros, los problemas venden, la negatividad vende, el hundimiento está de moda, hacer del mal humor una profesión también. Yo me quejaba de que no tenía zapatos hasta que vi a alguien que no tenía pies, dijo el viejo una vez. Problemas reales hay 3 en la vida y sólo los reconocen bien aquellos que aprietan los dientes cada día cuando se les retuerce el corazón, no duermen, y el dolor ni siquiera ya encuentra sitio para doler en los recuerdos del ayer, donde la crueldad no supo sentir. Rompo una lanza por todos ellos, verdaderos superhéroes, amantes de la vida y de cada segundo.

Basta ya de llamar problema a todo. Estamos en crisis sí, ¿y qué? podemos seguir riendo, aprender del error como profesor, ser maestro y siempre alumno. Podemos crear, desaprender, empezar de nuevo. Estar felices de tener aún 2 piernas y 2 brazos, y la capacidad de decidir por uno mismo. Tenemos la mejor armadura y la salud suficiente para ejercer la más apasionante actividad que podemos ejercer: NO rendirnos.

Somos una generación arropada desde el principio por la comodidad, por la estabilidad, la variedad en la comida, el eterno y cotizado tiempo libre, la ergonomía, la domótica, lo globalizado, el trabajo en grupo, en exceso también improductivo. Hoy no se sabe nada del pensamiento único, hasta el lobo solitario se siente ya mal por serlo. Creemos que somos de todas partes, tan conectadas por el low cost, cortando nuestras raíces con total insensibilidad. Y para insensible ya está el Sr. Tiempo, y la vida, que todo lo pone y lo quita, lo une y desune, cualquier martes a las cuatro de la tarde, sin avisar, sin preguntar, te invita a crecer despidiéndote, a sonreír por lo vivido.

Hemos olvidado la grandeza de un abrazo, emborrachados de competitividad. Hemos creado el mejor de los bunker, el de las excusas, hemos olvidado que conseguimos construir aviones, hablar a 10.000 km y sin embargo se nos ha caído la espada, el tesón, el cantar nuestra mejor canción por la mañana. Inmortales caminando a dos pies, indefensos si caemos al barro.

Se nos han olvidado los pequeños detalles, en nuestro frenético día, nos hemos inventado preocupaciones, responsabilidades y lo que es más grave, invertimos nuestro talento en generar falsos o al menos no prioritarios obstáculos, eso que llamamos problemas, para encubrir, cual cobardes, nuestro miedo a vivir para fracasar, nuestro riesgo a no saber si tanto esfuerzo terminará en triunfo.

"Lo que duele no es irse, es despedirse, lo que duele mañana puede que sea nada, porque un mundo despierta cuando otro se acaba", dijo una vez la cantante.
El corazón late por amor y late por dolor, sabe perdonar pero no olvidar. Lo que duele no es la herida, es la cicatriz lo que remata. Podemos tener más o menos ganas de escalar al cielo, de hablar, de dejarnos ver, de sumar más guerras, pero no hay peor callejón que el que tiene por esquinas la soledad y la represión.

Creer en nosotros mismos primero, para que el resto pueda empezar a creernos. Merece la pena disfrutar intentándolo, luchar sólo y exclusivamente por y para lo que queremos, obsesionarnos con ellos. Pasárnoslo bien, brindar con lo que sea y en cualquier momento.

Rondar por los nuestros, guardar secretos, contar otros, divertirnos con ellos, sin seguros, ni de ahorro, ni de riesgo. No tenemos que contar los días, tenemos que aprovecharlos. No podemos estar mucho tiempo enfadados con quien nos hace disfrutarlos.

Y así, de esta manera, dicho todo esto, que difícil sigue siendo no rendirse, que fácil sigue siendo equivocarse, como duele a veces forzar reírse. Como araña la nostalgia de tiempos mejores, que poco se valora el acierto y cuanto castigo al fallo.

La navidad es bonita, pero imperfecta, no se puede sonreír, llorar, luchar, olvidar o acordarse, sólo 2 días al año. Todo lo anterior, o todo lo que aquí no se me ocurra, hay que tenerlo en cuenta, 360 dias al año. Los 5 que sobran, son para uno mismo, que también es necesario.

Fdo: Dimas Sánchez de la Morena de la Torre. Feliz 2012

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